sábado, mayo 25, 2013

Ella

Seated female nude by Pablo Picasso.

La piel de su espalda perfecta rozaba la tela roja con puntos blancos del sofá de mi sala. Estaba lejos de mí, aun así alcanzaba a percibir su olor. No era cualquier olor. Era SU olor, ese que me enloquecía, que hacía que mi respiración se acelerara. Me gustaba que estuviera ahí sentada, mirando las flores blancas del florero que se encontraba encima de la mesita de té frente a ella. No decía nada, pero pensaba mucho. No pensaba en nosotros, no en cosas comunes. Pensaba en la forma de las flores, en cómo se habrían formado, en el porqué de su color, en muchas cosas que probablemente le quitaban el sueño en las noches. Sí, es de ese tipo de personas que ven lo que las otras no. Es una de las cosas que me parecen fascinantes de ella. Se sentía bien ahí, disfrutaba la brisa que entraba por la ventana a su lado. Le gustaba como la brisa movía levemente la cortina blanca con estampado de mariposas azules. Era como si lo sintiera todo. A veces pienso que olvidaba que estaba con ella, que estaba en mi casa, pero sólo parecía, no era así. Ella sabía que estaba allí, viéndola, creyendo saber lo que pensaba, creyendo saber lo que le gustaba y disfrutaba. Con la mirada todavía en las flores, con el cabello moviéndose un poco por la brisa, me dijo que ese día dejaríamos de ser extraños.

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